Fernando Vallejo presentó el miércoles en el Edificio Caja Rural de Aragón de Zaragoza, su nuevo poemario: ‘La cinta amarilla’, un texto más despojado, de versos más cortos, donde muestra su preocupación por el paso del tiempo. “Sin duda. Me siento un observador y me interesa mucho mi época y la sociedad. El paso del tiempo está ahí: lo he visto de manera directa en mi madre y por supuesto en mí”, explicó de inicio.
No es Fernando Vallejo Ágreda (Zaragoza, 1966) el primer sacerdote que cumple con sus obligaciones con sus feligreses (acaba de celebrar sus primeros 25 años en el oficio), y que escribe y publica poesía. Además de ofrecer sus poemarios en distintos sellos, tiene una editorial propia, Kirón, donde ya ha publicado siete libros y plaquettes y está a punto de ofrecer otra pieza. Por pudor y discreción del autor, que aún no quiere ser nombrado, solo adelanta el título: ‘Jarabe de salamandra’.
Da más datos: “Que nadie se vuelva loco con el título ‘La cinta amarilla’. No es un guiño a ningún partido ni nada semejante. No hay símbolo alguno pero sí algunos ecos. Es un homenaje o un guiño a Ernest Hemingway. Un amigo me regaló un cuaderno que traía de los cayos de Cuba y me dijo: ‘Te he traído esto para que escribas tu próximo poemario’. Lo abro y en el centro tenía una cinta amarilla, a modo de marcapáginas. Decidí que así se titularía el libro”.
Sin embargo, la historia esencial del poemario es otra. Desde hacía tiempo, Fernando Vallejo, admirador confeso de Oscar Wilde, quería dedicarle un libro Fernando Pessoa, el gran poeta portugués, que creó su propio rebaño de ‘alter egos’ o heterónimos. “Preparé un viaje minucioso a Lisboa y a todos sus lugares, confeccioné un mapa de rutas, lugares y cafés, pero vino la pandemia y no lo pude hacer -explicó-. Pero seguí escribiendo el libro y al final ha podido ver la luz”.
‘La cinta amarilla’ es un libro donde un poco de todo: poemas directos dirigidos a los heterónimos de Pessoa, “y a él mismo, de hecho el nombre de Fernando aparece también, como el de otros: Digo en ‘El comienzo’: ‘Recordado / amigo Fernando, / entre las grandes avenidas / no encuentro / un espacio húmedo / para tu corazón’. En otro texto, empiezo así: ‘Mi querido Heterónimo / recuerdo cuando los dioses / transformaban / a los hombres / sin matar su conciencia’. Es un libro de tránsitos, de paseos, de temas diversos: el amor, la belleza, el diálogo con Dios y los ángeles, y sobre todo lo ya apuntado, el paso del tiempo, la conciencia de la vejez, el dolor, etc.” También es el libro de un esteta, de “un observador, de alguien que mira el mundo y sueña o se imagina cosas y poemas”.
El libro lleva un prólogo de Justo Sotelo que concluye así: “Tras leer dos veces este libro de poemas de Fernando Vallejo he comprendido que las cosas y los acontecimientos no solo ‘son’, sino que tienen ‘origen’ y ‘trascendencia’ y, en la belleza con razón de necesidad, la poesía es un medio de tocar la libertad y el sentido último de la vida”. La portada del volumen -que ya es el décimo individual del poeta y editor – es de Federico Contín, director del programa cultural de Aragón Televisión ‘Atónitos huéspedes’.